miércoles, 8 de mayo de 2013

Verano tormentoso.



Y me gusta que llueva porque así es como se libera el cielo. Y me gusta empaparme porque así es como siento frío. Y me gusta el frío porque me hace sentir viva, quizá, porque un ardor me recorre el cuerpo continuamente. Y me gusta ir desabrigada, sentir escalofríos, vértigo. Me gusta sentirme al borde de la muerte, porque siento que estoy viva. Y me gusta sentir que tengo el poder de hacer un simple gesto, de perder el equilibrio de mi cuerpo y zas. Fin. Todo habrá acabado. Y tendría el honor de conocer a la muerte. Ese hombre, que le encanta conocer gente. Y me gusta sentir que todo estará acabado, porque siempre llegará esa suerte de saber que todavía queda la esperanza. Y me gusta, me gusta sentir frío, desesperanza. Llámame loca, pero no hay paisaje más bonito que una noche nublada y húmeda. Una noche muera. Al fin y al cabo, a los muertos le gustan las cosas de muertos. ¿Acaso no lo estás? ¿Acaso no lo estoy? ¿Acaso sigues sintiendo éxtasis cuando te susurran al oído? ¿Cuando te miran a los ojos? ¿Cuando hueles su perfume y una fragancia recorre tu ser? No confundo muerte con melancolía. Dime si, acaso, cuando se llevan tu alma y la pierden, y la rompen, y la parten, y la descuartizan y la burlan, dime si acaso, no está muerta ya. Por eso últimamente, solo soy una muerta a la que le queda un poco de alma, un pedazo de corazón, frío, pero al fin y al cabo corazón. Solo soy eso, un trozo de ser inerte sin miedo.

Y a veces me pregunto, ¿se puede resucitar a los muertos? ¿Se puede encender una vela que ya está apagada? ¿Se puede consumir algo que ya está consumido? ¿Se puede reconstruir un alma que se niega a abandonar un pasado? ¿Se puede? Cada noche las mismas dudas. Pero la lluvia cae. Siempre llueve. En mi cabeza siempre llueve, y siempre es de noche. En mi alma siempre es invierno y eso me gusta porque es más difícil que te hagan daño. Y es extraño, porque las cosas cuando están frías, son más fáciles de romper. Mientras que un alma, contra más fría sea, más difícil será de abrir. Pero ni siquiera me entiendo. Ni siquiera sé lo que quiero. Ni siquiera puedo llorarle a la almohada porque no tengo razones para hacerlo. Realmente nadie tiene razones. Pero sigue siendo gris, mi vida sigue siendo gris, y llueve. Y llueve cada día. Y la noche ya ha llegado. Y el invierno, prosigue. Quizás a mi alma, le hiciera falta algún verano.

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