domingo, 22 de septiembre de 2013 0 comentarios

Por qué y hasta cuándo de todo.

Un día te das cuenta. El tiempo ha pasado y sigues en el mismo lugar de siempre, y todo lo que eso conlleva. Sigues teniéndole miedo a las despedidas y sigues sin saber si existen finales felices. Sigues esperando y desesperándote, y aprendiendo a rimar insomnio con nicotina. Las noches se convierten en jaulas y los días te matan sin pedir permiso. Un día te das cuenta de que estás tan vacío por dentro que solo de pensarlo te entra vértigo. Y es que no has conseguido nada ni a nadie que consiga hacerte sonreír como si el mundo no doliese. Escribes, cierras los ojos, fumas, duermes pocas horas, detienes alarmas y te preguntas por qué y hasta cuándo. Por qué y hasta cuándo de todo. De tu vida, o de la muerte. Pero empiezas a pensar que quizá sea lo mismo. La gente te mira, sonríes y que sabrán ellos de lo de adentro. Que sabrán de tus ganas de vomitar todas esas esperanzas que han caducado y que ahora solo te dan dolor de cabeza. Y cómo sabrán que ese brillo de tu mirada no son ilusiones sino lágrimas que nunca aprendiste a derramar. Gritos embasados al vacío, a tu vacío. Y te pones una canción triste y subes el volumen. Quizás, piensas, mañana todo irá mejor. Pero no. Mañana seguiremos aquí en el mismo lugar de siempre y seremos las mismas coordenadas de un mapa en el que no sabemos encontrarnos. Y así es un poquito la vida, como un concurso de a ver quien muere mejor, o más rápido, o algo parecido: no lo sé. Tengo esa sensación de que nos estamos acostumbrando demasiado a ser precipicios, a precipitarnos. A sonreír cuando nos disparan y a decir que no nos ha dolido. A maquillarnos, a disfrazarnos y a quedarnos muy quietos cuando queremos escapar. A que se nos queden los te quiero en la punta de la lengua y terminen un día, una noche, desangrándonos por dentro. Y así no vamos a ninguna parte. Que yo solo quería deciros que lo más cerca que he estado de vivir fue aquella vez en la que dándole las primeras caladas a mi primer cigarro me atraganté con el humo. Y es triste que pueda llamarle vida a eso y no a todo lo demás. Y ya está. Ojalá venga alguien y nos lleve a ver mundo o a ver camas. O a ver que hacemos con toda esa felicidad que nos debe la esperanza. Cerrad los ojos. Yo no creo en los deseos, pero a veces sería bonito hacerlo.
jueves, 12 de septiembre de 2013 0 comentarios

12s

¿Para qué engañarme más, si sigo estando hecha pedazos por más que gire la cabeza a los problemas?
Estoy triste, muy triste, para qué negarlo. Pero prefiero no llamar la atención. Prefiero no escribirle a nadie y dedicarme unos últimos versos a mí misma ya que a lo mejor esto de aquí dentro se calma un poco. Ayer volví a tener noticias suyas, hace semanas tuve noticias de otras personas, y cada día mi vida cambia por completo al par que se repite la misma desafortunada rutina. Estoy cansada de siempre la misma historia. Me duele estar siempre rodeada de problemas, ya sea en la familia, en el instituto, o en las relaciones. Es horrible saber que has pasado cerca de cuatro años dándolo todo por una persona, decidir cerrar las puertas; dejar que entre aire por las ventanas y continuar tu vida, como si nada. Pero de repente vuelve. Y al cabo de los meses - que no hablo de dos ni tres, sino de casi un año- se convierta en una especie de odio a causa del asco, del rencor, de la rabia... A veces llegan personas a tu vida que te dejan cicatrices, que sí, que son solo marcas, pero ahí está el quiz de la cuestión. Que esas marcas son para toda la vida. Parece que fue ayer cuando te despertabas ilusionada sabiendo que por la tarde le verías o que por la noche hablaríais, cuando que te tocara en el mismo grupo de clase era la mayor suerte de tu vida y tomabas como destino la casualidad de llevar la camiseta del mismo color. Su olor, la forma en la que atendía a la pizarra, incluso la forma de  colocarse la camiseta, te la habías aprendido de memoria: te encantaba. Sus problemas eran tu perdición. ¿Recuerdas la de veces que le has dicho a todo el mundo que como alguien se atreviera a tocarle le ibas a partir la cara? Parecías su madre. Después de mucho tiempo llegaron los besos, los abrazos,  y más allá. Los planes de futuro que se perdieron, se quemaron, o qué se yo. Si hacía algo mal te culpabas a ti misma, solo querías no perderle, mantenerle toda tu vida, porque ese es el tiempo que querías estar junto a él. Le ayudaste a conseguir sus metas, llegó a cumplir sus sueños gracias a las miles de charlas que le diste hasta las tantas de la madrugada y por fin reunió valor, y protegió su sueño. - "Si tienes un sueño, tienes que protegerlo" le decías siempre -. Pero al final pareciste estar equivocada. Aquellas conversaciones en las que te juraba que no llegaria nadie mejor que tú se quedaron en el Whatsapp. Al final resultó siendo todo lo contrario y justamente te enteras de la verdad al cabo de los años, volviendo a golpearte todo el cúmulo de noticias. Los 'te quiero' que te decía a ti, los sustituía por 'esta niña es tonta' para sus amigos. 'La tengo en la palma de la mano', 'puedo hacer con ella lo que quiera'. Y es cierto, decías la verdad.
A fin de cuentas me alegro. Me alegro de que hayas sido en error más en el camino. Aprendí que las cosas no son como las pintan ni siquiera aquellos en los que más confías. Lo mejor es ser distante con todo el mundo, no esperar nada de nadie y evitar encariñarte de las personas. Si alguien me quiere, luchará por mí, ¿no es eso cierto?. Quizá te perdí a ti - o me perdiste - y me quedé con el orgullo que había entre medias.
El mundo se me cae cada día un poco más. Vuelven los estudios - por fin algo a lo que aferrarme para dejar de pensar -, los problemas en casa también. Decir adiós a un hermano que pronto marchará a hacer su vida...
Pero bueno, en esta vida todo es un continuo adiós.
Y si me preguntáis que como estoy ahora, tan solo podré quedarme callada. Para que mentir. No estoy pasando mi mejor momento. No encuentro ningún apoyo porque sinceramente no son problemas con solución. Tan solo me apetece tumbarme en la cama y llorar muy fuerte, o buscar algún sitio -que jamás encontraré a este paso- para poder gritar muy fuerte. Tal vez solo me haga falta lograr conciliar el sueño por las noches sin pensar ni una vez en ti. Dejar de decir que te he olvidado y que ya no dueles nada cuando no haces más que aparecer por mi cabeza, día sí, día también. Y es que esto es un continuo infierno. Una pesadilla de la que parece que jamás podré escapar.
Hay algo de lo que estoy segura, y es de no dejar que nada ni nadie me cambie. Lo mejor será no confiar en nadie a partir de hoy, ya que he aprendido que todos, absolutamente todos te la acaban clavando. Sonreír en público y volver a romperse los nudillos a solas. Que vuelvan las cicatrices si eso lo sana todo. No quiero a nadie en mi vida. Quiero estar sola si sola todo estará bien.
domingo, 1 de septiembre de 2013 0 comentarios

No queda nada.

No queda nada de lo que fuimos.
No queda nada de agosto, y aunque suene extraño, tampoco de septiembre.
No queda otoño y ni siquiera ha empezado.
No quedas tú, ya no nos queda nada.
Ni una botella vacía, ni una colilla apagada.
No quedan los besos que antes no dábamos.
No queda la lluvia, ya se ha secado.
Se ha ido el verano, al igual que tus manos.
No nos queda nada.
Ni una carta rota, o quemada, o arrugada.
Ni tinta en el tintero.
No nos queda ni oxígeno.
Ni guitarras ni notas desafinadas.
Ni golpes, ni ruidos, ni entrañas.
Ni comidas silenciosas, ni noches a voces, ni llantos horribles.
Se ha ido, no nos queda nada.
No nos queda nada porque se ha ido.
Y se ha ido al no quedarnos nada.
Ni círculos viciosos, ni noches en vela.
Ni escribirle a él, ni escribirle a ellos.
Se apaga, se consume, al igual que la vida.
Se acaba al igual que una vela,
al igual que el verano, al igual que la nieve,
al igual que una tormenta, incluso igual que la muerte.
No nos queda nada.
0 comentarios

Maratón

Era yo la que quería levantarse contigo a su lado, con el único pretexto de hacer el amor toda la noche y levantarnos a besos, entre tostadas de tomate y cafés recién hechos. Era yo la única que pretendía encontrarte en cada rincón, no importaba el día, ni la hora. Salir para no encontrarte con nadie con la única esperanza de encontrarte por casualidad. Pero casi nunca estabas. Nunca hubo nada, sino era tiempo. Tiempo sí que hubo, y mira que lo aproveché. Fue como correr un maratón sin previo entrenamiento. A mitad del camino quise abandonar pero tuve en mente que tan solo faltaban un par de metros más, que al siguiente movimiento sería un jacke mate. Sabía que podía apostarlo todo porque ese era mi último movimiento. Y finalmente llegué, rompí la cinta de la meta y te conseguí. Pero no fue como esperaba. ¿Qué sentido tiene ganar una maratón si al llegar a la meta se te para el corazón? Y eso fue lo que nos pasó. No tuvimos tiempo de llegar a ser nada. Tan solo dejaste una cicatriz enorme.
0 comentarios

Besos a secas

Parece una condena esto que me tiene aquí presa. Parece mentira como eres capaz de escribir alegando que le has olvidado porque alguien más ahora te hace sonreír, incluso te da nuevas ilusiones cada vez que abres los ojos. Y que triste es que se vuelvan a ir, y que te dejen ilusionada, al igual que lo hiciste tú. Y que por mucho que escribas y grites que le olvidaste, parezca que el mundo solo gire en tu contra, que todos los caminos bifurquen en el mismo mar donde te perdí. Que todas las historias comiencen de tantos modos distintos, que parezcan tan perfectas pero que acaben en la misma mierda, en el mismo desperdicio, entre un montón de mensajes de texto rotos, entre un montón de besos a secas y de lágrimas inesperadas. Y eso es todo, siempre acaba terminando así. No importa de la manera que empiece.
0 comentarios

Que no se te note.

Pero tú aguanta. Resiste. Hazte el favor. Háznoslo a los dos. Que no se note.
Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos feliz. Sí, feliz. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta -por hacer la lista finita-, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió.
Nada de todo esto debería dejarte mal. Piensa que tú y yo pudimos con todo. Piensa que todo se pudo y todo se tuvo, hasta el final. 
A partir de ahora, tú tranquilo, que yo estaré bien. Me conformo con que algún día sepas de mí, me conformo con que alguien vuelva a morderte de alegría, me basta con saber que algún día mi nombre volverá a rozar tus oídos y a entornar tus labios. Esos que ahora abres ante cualquiera que cuente cosas sobre mí.
Por eso, cuando sepas de mí, no seas tonto y disimula.
Haz ver que me olvidas.
Y me acabarás olvidando.
De verdad.
 
;