lunes, 25 de noviembre de 2013 0 comentarios

Eras la sincronización perfecta de pasión y humor.

Para qué mentir diciendo que no habíamos planeado nada. Al igual que una fiesta sorpresa, pero resultamos ser nosotros dos los homenajeados. Recuerdo como no podía creer que aquello fuese a pasar. Pero al final nos acabamos quedando a solas.
+ ¿Y ahora que hacemos?
Sé que eso fue lo único que conseguí pronunciar. Tú sin embargo, intentaste llevar las riendas. Tampoco tenías ni idea, pero eso era precisamente lo que más me gustaba.
Me cogiste de la mano y me dijiste "vamos". Ni nos miramos.
Te sentaste en la cama y yo te imité. `
- ¿Cómo se hacen estas cosas?
+ No lo sé, yo tampoco lo he hecho nunca.
- Supongo que habrá que besarse... Y lo demás saldrá solo.
Entonces se lanzó sobre mí y me dejo caer sobre la cama. Me besaba. Sus labios estaban fríos y un poco cortados. No fueron unos besos como los que ya había probado a lo largo de toda mi vida. Creo que fue la primera vez que besé de verdad (y por desgracia la única). Recuerdo como su brazo derecho se apoyaba sobre la cama para mantenerse de lado, y cómo su mano izquierda me recorría el cuello. Me fue acariciando la frente hasta llegar a los labios y entonces se retiró.
Por un instante, comprendí todo aquello que había oído hablar sobre la posibilidad de que se pare el tiempo. Y creo que fueron dos minutos relativos. Lo vi en sus ojos. Me vi en sus ojos. Sabía que me quería y que me estaba dando lo que nunca le había dado a nadie. Pero también sabía que todavía me escondía algo que no era capaz de decir.
No vi ojos más bonitos. Y mira que he visto paisajes espléndidos. Mira que me gusta la lluvia y la noche pero nada se compara con aquellos ojos marrones que me observaban desde arriba. Cálidos. Al contrario que el dedo de su mano izquierda, que seguía paseándose por mis labios.
Entonces no era consciente. Pero sé que le cogí de la camiseta (verde, por cierto - él sabía que me encanta el verde) y lo atraje hasta mí. Volvimos a besarnos. Su cuerpo estaba frío. Lo notaba porque su mano descendió y noté como ascendía por mi cadera hasta pararse justo antes de llegar a mi pecho. A la vez dejaba de besarme para mirarme una y otra vez a los ojos, como si me estuviera pidiendo a gritos permiso para algo que jamás llegaría a hacer.
Me desabroché el sujetador como pude. Tus manos recorrían ahora mi zona baja de la cintura. Camiseta negra transparente, ropa interior verde y shorts vaqueros. No me volví a poner esa ropa nunca más. Demasiados recuerdos.
Recorrías mi cuello con tu nariz y de vez en cuando lo humedecías con tu lengua. Solo recuerdo oír gemidos y algún que otro "¿Lo estoy haciendo bien?". Mi respuesta a esa pregunta fue un simple "Te quiero". Y no es tan simple, porque nunca me había atrevido, a pesar de los años que habían pasado, a decírtelo en persona. Al oído. En una cama. Con tus labios no a dos centímetros de los míos, sino en los míos.
Y así pasamos no sé si fueron dos, o tres o las horas que fuesen porque no me importaba llegar tarde a casa. No me importaba nada porque solo quería quedarme pegada a tu cuerpo. Sentir tu respiración. Que siguieras riéndote de mis jadeos y de mis "Oh dios...".
Eras la sincronización perfecta de pasión y humor. Eras todo lo que necesitaba en mi vida.
Y bueno, he intentado olvidar esta escena millones de veces, pero una o dos veces al mes siempre vuelve a venir a mi mente. No sé si fue el mejor o el peor momento de mi vida.
Sin duda, no volví a besar de nuevo como había besado aquella vez.
Sin duda, no había visto unos ojos nunca como había visto aquellos ojos.
Y no me importa todo lo que hubiera podido haber pasado. Lo único que me importaba era tu cuerpo. Tu cuerpo que no estaba sobre el mío sino que estaba en el mío.
Y no hacía más que sentirme increíblemente completa, como si me hubieran rellenado por dentro.
Sentía unas inexplicables ganas de llorar.
Y aún las sigo sintiendo.
A veces me miro en el espejo y pienso que tú lo tocaste. Que no quise que otro lo tuviera, y aquí sigo. Esperando volver a sentir lo mismo. O mejor dicho: esperando volver a besar de verdad.
sábado, 23 de noviembre de 2013 0 comentarios

(De estas cosas que escribes y nunca publicas, pero te las encuentras al cabo de los meses)

Dejarse llevar sigue sonando demasiado bien pero nada. No hay manera de olvidar todo lo que está pasando y centrarse únicamente en lo que quiera venir, sin mirar atrás, sin darle vueltas a esos casos perdidos sin solución. Buscando el mapa de un tesoro que ni siquiera sabes con certeza si existe o no. Perdido en medio del mar sin tener un motivo por el que querer volver a pisar tierra: así es como me siento. Quizá tan solo basta con ser yo y dejar que el tiempo pase, que sea lo que es destino quiera que sea. Pero es que yo no estoy hecha para esperar. Yo no puedo sentarme de brazos cruzados viendo como hablas de otras y dices que ojalá ellas contigo. No puedo ver como te vas, desapareces del mapa hasta quien sabe cuando y te dejo ir. ¡No quiero! Quiero volver a mirarte a los ojos y que se pare el tiempo, quiero que sonrías cuando hago cualquier tontería. Quiero que no te olvides de darme las buenas noches aunque no hayamos estado hablando y que me hables sin motivo simplemente porque quieres. Quiero que cuando caminemos no se rocen nuestras manos y las acariciemos de vez en cuando, si no que quiero que vayamos juntos de la mano y convirtamos el mundo en nuestro. Qué mas dá lo demás. Pero tampoco quiero enamorarme.

Querido diario, queridas divinas, querido mundo. Quizás debería aprender de las olas. Que vienen con todo lo que tienen, se rompen y se van. Quizás debería poner las cartas sobre la mesa, arriesgar. Pero tengo miedo tanto de ser rechazada como de sentir un vacío al no soñar con dormir con nadie.
lunes, 18 de noviembre de 2013 0 comentarios

.

Me lo merezco, pero tan solo pido una segunda oportunidad. Y no me apoyo en mis problemas, ni en mis penas, ni en mis malos días. Me apoyo en las risas, en los cafés, en nuestros secretos. Tan solo pido eso. Prometo no volver a fallar. 


Lo siento.
sábado, 16 de noviembre de 2013 0 comentarios

Esto no se había acabado aquí.

Recuerdo que era un veintiséis de enero de un año llamado dos mil trece. Y no tiene más explicación lo que hice. Simplemente estaba cansada de ir detrás tuya. De que todo saliera mal y solo fuera yo la que hacía por arreglarlo. Estaba cansada de que mis letras se resumiesen a ti, a tus ojos, a tus besos y a tus maneras. Incluso al lunar de tu cuello, que aún recuerdo que estaba en el lado derecho. Y de tus trece defectos también me acuerdo. Odiabas los martes. Pero yo amaba que odiases las cosas, porque te veías tan diferente cuando te enfadabas... A veces los impulsos nos marcan toda la vida.

+ Tengo que hablar contigo
- Dime
+ Tú sabes que ya ha pasado mucho tiempo, que han pasado muchas cosas...
- Sí
+ Pues quiero que todo esto quede aquí. No puedo seguir luchando. Te juro que lo he intentado de mil formas diferentes pero no puedo más.
- Pero... No te entiendo.
+ Que no me vuelvas a hablar, que no me mires tampoco. Quiero que hagas como que no existo. Que te olvides de todos estos años, porque yo no puedo seguir así. Hay que cortar de raíz.
- ¿Tenemos que dejar de hablar?
+ Lo siento. 
- ¿Me das un abrazo?
Y en ese instante creo que rompí a llorar. Creo que fue el momento en el que más dolor sentí en mi pecho. Creo que estaba punto de ahogarme, pero...

+ No.

Y corrí lo más rápido posible, aunque se me hicieron eternos los 10 metros que nos separaban ahora. Donde una parte de mí tan solo deseaba que hubieras corrido detrás mía. Que me hubieras frenado y me hubieses abrazado sin más, como otras tantas veces. Otra parte de mí tan solo deseaba que desaparecieses para siempre.

Esto no se había acabado aquí. 

Desde entonces sigo viéndote todos los días y en todas partes. A veces no dueles nada, siempre suelo decir que te he olvidado. Pero a veces vuelves en canciones, en lugares, en fechas marcadas de rojo en el calendario... En la marca de mis refrescos favoritos o incluso en la boca de los demás.

Esto se hace eterno. Se ha convertido en rutina eso de llorar por ti cada mes como si te hubieras marchado para siempre - aunque una parte de todo esto asunto afirma que sí -. Aunque bueno, ya no me despierto buscando tu sonrisa en mis labios. Le quité tu nombre a mi almohada, quemé las cartas, las fotos... Borre tu número, obviando que sigo sabiéndomelo de memoria. Qué más da. Sigue estando ahí.

Y es un dolor pesimista y nada pasajero. Quema por dentro y a veces escuece. Es como soltar todo el aire y quedarte unos segundos sin volver a respirar, evitando pensar en nada y sintiendo ese quemazón en el estómago. Notas como se contrae tu pecho, y en ocasiones incluso te arden los ojos. Cansancio - te dices-. Otra vez - admites.- 

También sigo evitando las puertas de los bares, los bancos de los parques más cercanos. Todavía sigo aligerando el paso cada vez que paso por aquel par de árboles y dos farolas que pusieron fin a la historia. A nuestra historia.

0 comentarios

Dolía porque duele más cuando sabes que tras ese 'adiós' ya no estará ese 'hola'.

Dolía porque no era un adiós de 'te veo a la tarde'.
Ni siquiera te vería mañana.
O te vería, pero no de la misma manera.
Ya no te buscaría para no atreverme a decir nada.
Se acabaron las excusas para decirte cualquier cosa.
Sabíamos que dolería, o sabías que me dolería.
Dolía porque era un adiós de 'hasta nunca'
De esos que dices cuando se muere.
O de esos que ni se dicen porque ya se ha muerto.
Pero lo dijimos, a pesar de ser recién difuntos.
Difuntos de una historia que parecía de dos.
Dolía porque duele más cuando sabes
que tras ese 'adiós' ya no estará ese 'hola'.
jueves, 14 de noviembre de 2013 0 comentarios

Bucle

¿Por dónde empiezo?

Te lo debo todo. Así, sin más.
El primer golpe. El que más duele.
El que más marca. El que hace madurar.

Saber que todo tiene su recompensa.
Ser capaz de aguantar lo inaguantable sabiendo que habría un final.
Sólo por saber a qué sabe la felicidad completa.

Las primeras confusiones. Las primeras taquicardias.
Las primeras ganas de tirar la toalla.
Es que estrené sentimientos por todo lo alto, ¿verdad?

Sentir que me faltaban muchos tornillos. Pero no los buscaba.
Descubrir que tengo/tenemos una flor en el culo.
La que nos hubiera caído...

Entre realidad y ficción hay una fina línea, mucha gente quiere atravesarla porque creen que al otro lado está lo que más quieren; mentira.
Bueno, sí, por estar, está, el problema es cuando vuelves.
Que todo te parece una puta mierda. Que te estancas.
Que crees que ya no vale la pena intentar nada más, total, no estará a la altura...

Y desde luego que no lo está. Pero ignoras ese hecho y vuelves a rehacer tu vida.
Y parece que lo consigues, aunque haya pequeños altibajos.

Pero siempre queda un remanente.
La fina línea no se acabó de cerrar bien y hay un pequeño rayo de luz que te intenta cegar en cuanto bajas la guardia.
Que te recuerda que nada volverá a ser igual. Que te vas a pasar el resto de tu vida obviando la verdad, por tu propio bien. Porque si no...

Y eso que me mentiste. Y eso que no te tengo en un pedestal.
Y eso que fuiste un cobarde.
Y eso que eres increíblemente maduro a la par que un estúpido adolescente hormonado e irracional.
Pero tengo que reconocer que he aprendido del mejor.
Soy imbécil, visceral, pero al menos los golpes no me duelen tanto (pues menos mal...)

¿Quieres otro defecto?
Has hecho que me tome a la perfección la famosa frase [...] tropezar dos veces con la misma piedra.
¿Dos? Infinitas. Oh, espera, que vuelvo a ser la excepción que confirma la regla.

Si te soy sincera, no sé si darte las gracias o darte un puñetazo.
Gracias por hacerme vivir en aquella nube en la que creía que ambos vivíamos pero realmente estábamos un holograma de ti y mi persona.
O darte un puñetazo por haberme transformado en una persona jodidamente inestable y exigente que no va a llegar a cualquier meta que se proponga; más que nada porque son inalcanzables.
Y como te rías de mí - para variar - y me sueltes un impossible is nothing te la cargas de verdad.

Que hayas cumplido uno de mis sueños no te da derecho a decir que conseguiré todo lo demás. Pues no.
Lo peor de todo es que cuando estoy en problemas pienso: Vale, ¿qué haría él? Seguro que él tomaría la decisión correcta.

Pues de decisión correcta nada. Otra mentira más. Fui yo la que tuvo que mantener la mente fría, ¿o es que ya no lo recuerdas?
Es tu decisión. Yo la respetaré, yo haré lo que tú digas. Vaya puñetazos helados soltabas contra mi estómago chaval.
Una niñata de 15 años con un cerebro y una voluntad tan maleable no puede tomar tales decisiones.
De hecho, yo creía que iba a encontrar más estabilidad. Que me sabrías llevar por el camino correcto.
Un Vaya estupidez, anda niña despierta que tienes muchos pájaros metidos en la cabeza. ¿De verdad creías que iba a fijarme en ti? Sinceramente no tengo ganas de que me peten el culo en la cárcel. Bájate de la nube y deja de fantasear con mayores, vuélvete una zorra como todas las de tu edad, y aunque te conviertas en una persona que no sabe qué es el amor, al menos no te harán tanto daño. Créeme, conocer el amor es precioso y a la par demasiado doloroso. Mejor vivir en la ignorancia. Que te olvides de mí, ¿te ha quedado claro? me hubiera bastado. Y quizás ahora sería más (¡o MENOS!) puta pero no viviría en un agujero negro.
Quería que yo fuera la madurez. Quería sentirse menos culpable.
Quería seguir cagándola sin tantos remordimientos. Quería hacer aquello que no hizo cuando pudo.
Vaya estupidez.

Pero para estúpidos, aquellos que me juzgaron. Y sudé de ellos. Que les den por culo. Fui egoísta. Y lo sigo siendo. Así me ha ido, ¿verdad Nº 2?
¿Ves? Eso es bueno. Te acabas de ganar un minipunto, pero no te emociones.

Los años pasan y sigo resentida.
No, no te asustes, tenía muy claro que nunca habría un futuro prometedor entre nosotros.
Pero, para qué nos vamos a engañar, lo manejamos como el puto culo. Y nos salió bastante bien, fíjate tú lo caprichosa que es la vida. Que nos manipuló como le dio la gana.
Y no hay daños externos. Pero vamos, mi interior está que da asco.


Como si no te hubieras dado cuenta, porque te estoy diciendo que te lo debo todo, te debo lo que soy.
Claro, en la época del pavoncio máximo, cualquier acto me marcaría y fijaría mi forma de actuar. Así pues, viniste en el mejor momento, enderezaste mi futuro, me enseñaste a vivir del amor.

Pero a la par te lo echo todo en cara. Porque dejaste un listón muy alto. Porque, joder, quieras que no, siempre hay una maldita chispa, ese incordio de rayo de luz que aparece de la nada y te recuerda por todo lo que has pasado.

Que no me arrepiento de nada, eso que quede claro.
Sólo es que... me he quedado un poco tocada, con el masoquismo acentuado y con ganas de salir de este pozo (o eso creo).
Daños irreversibles.

Pues como te dije aquel fatídico día, sabíamos que esto iba a acabar pasando.
Sabíamos que íbamos a poner un punto final, o al menos intentarlo. Sabíamos y sabemos que esto nunca acabará, aunque cada uno siga por un camino distinto.

Pero eh, de verdad, gracias por haberme hecho mejor persona.
Gracias por haberme enseñado a querer de la mejor forma: superando los peores obstáculos.
Creo que, gracias a ti y todo lo que has comportado, puedo morir tranquila.

Y, de forma rotunda, te digo que eres la primera y serás la última persona de la que me podría pasar horas escribiendo y nunca acabaría de contar todo lo que has significado en mi vida.

Pues bien, ahora la vida sigue.
Y sí, asústate, porque alguna vez que otra apareces en mi pensamiento.
Más que nada, para intentar dirigir a esta cabecita loca al lugar correcto.

Tenemos un largo camino que recorrer, entonces.

¿Ilusionarme lo justo? Los cojones.
Somos el mayor par de masoquistas jamás habidos y por haber... and this is jackass.
domingo, 10 de noviembre de 2013 0 comentarios

Hoy marco un antes y un después

Y sé que lo he dicho veces, y lo he escrito otras cientas, pero es que hoy sí marco un antes y un después en mi vida, hoy se pasa de negro a blanco y de quiero a puedo y lo hago y todo lo que conlleva. Que si lo he escrito miles de veces será porque siempre he llegado a la misma conclusión. Y es que hoy me siento con todas las ganas de comerme el mundo, de explotarlo todo y saltar al inmenso vacío, de que se me quemen las yemas de los dedos y no sentir ni un poco de frío.
Y es que al fin y al cabo es siempre la misma historia, intentarlo, caerse y levantarse hasta conseguirlo. Y ya está bien de ir siempre con una débil sonrisa, con dos fracasos a la espalda y miles de miedos en cada zancada. Que si hay que aprender a volar yo no voy a hacerlo desde la copa de un árbol, sino que lo haré desde la cima más alta. Que ya me da igual escribir bien o mal, pasarme a pensar o a sentir. Que escriban lo que quieran los dedos porque es que voy a explotar. Que nunca me sentí tan bien después de que algo fallara tantísimo.
Abuelo, hermano, amigos, lo juro. Lo juro por los cigarros, por las noches en vela y por las cicatrices. No habrá ni una más. Que se acabó. Me da igual que haya golpes, que haya días malos, voces, gritos, miedos, que mis planes se deshagan o que alguien intente hundirme. Voy a salir adelante y ¿sabéis cómo? Con una puta sonrisa, con miles de risas y de desafíos al mundo. La música me acompaña, los libros me necesitan y tengo los pies en la tierra: un sueño por cumplir, unos amigos contados, y ganas de comerse el mundo.
Y no hay más. Así soy yo. 
Aunque normalmente diría que quizá mañana cambie de opinión.
Pero es que esta vez estoy decidida. 
Hoy marco un antes y un después.
Un aquí y ahora.
Un para siempre y hasta nunca.
Un que le follen a los problemas.
No quiero ser otra que no sea yo. 
Y nadie lo va a impedir.
¿Bailamos?
miércoles, 6 de noviembre de 2013 0 comentarios

Explosión.

¿Y si en realidad todo lo que estamos viendo es nuestra imaginación? ¿Y si en realidad no estoy escribiendo en ningún lado, ni he estado hablando con nadie? ¿Y si la música que escucho no está hecha? ¿Y si la casa, la cama en la que vivo no existen? ¿Y si somos manejados por algo o alguien? ¿Y si estoy en coma y todo esto no está sucediendo? ¿Y si nuestra alma no existiese? ¿Existiríamos nosotros? ¿Existiría la realidad? ¿El deseo, el amor, las ganas, las fuerzas, los sueños? ¿Y si todo es así qué más da lo que hagamos? ¿Y si ni siquiera estoy viva? ¿Lo estoy?
lunes, 4 de noviembre de 2013 0 comentarios

Le escribo al papel lo que no me atrevo a contarle al mundo.

 Nadie entendería lo que es tener ganas de abrazarte la voz, de soñarte despierta. De tener la melodía de tu móvil en mi cabeza y el de tu risa, ojalá a modo de despertador. Que no se si besarte ya o esperar a que salga solo. Porque es que cada vez que miro a las comisuras de tus labios juro que el mundo se acaba. Y es una especie de suicidio, un suicidio por quererte más, o mejor, o cualquier tipo de muerte que tenga que ver contigo. Da igual, sigue siendo sana.
Tengo miedo, de quererte una vez más o una vez menos: que más da. De ser real o imaginario o algo que no tiene que ver conmigo pero que sigue estando. Y no sé si me entendeis. Que es rizo de su pelo, el grueso de sus labios, su risa, su voz en todos los formatos. Que es la forma en la que se enfada y no quiere saber nada del mundo.
Pero es que también son mis miedos, mis inseguridades, mis faltas de autoestima y mi indecisión constante. De ser feliz por haberte enamorado de nuevo después de tanto tiempo, a que algo te destruya inmediatamente. Y no es la cicatriz del pasado. No lo es. No tiene nada que ver con nada. Eres tú. Tu miedo a fallar constante. Tus ganas de darlo todo y a la vez de no querer que te quiten algo. Ese miedo de dar un paso en falso.
El quererte y no saber ni cómo empezar.
Y que todo sea por esos escalofríos que te entran cuando hablas de él, y por esos pellizcos en el estómago cuando esperas respuesta. Y esas lágrimas que nadie sabe por qué salen, pero ahí están. Siempre están.
domingo, 3 de noviembre de 2013 0 comentarios

281013

Es una puta impotencia constante, de no poder hacer nada para solucionar una familia rota, un corazón roto y un sueño que ya está quebrado. ¿Qué coño me queda? Si no tengo a nadie para salir un domingo a la playa, ni para ir al campo ni de vacaciones. No tengo a nadie que me de las buenas noches. Tampoco tengo corazón,parece que en vez de sangre tengo hielo. Hay tanta gente que me ha fallado. La mayoría no sabe lo que es desahogarte y que la gente en la que habías confiado te abandone porque tiene miedo de tus problemas. Y de nuevo sola, nunca hay nadie pero tampoco pueden hacer nada. ¿Y de sueños? ¿Qué motivo hay para intentar volver a luchar? Quizá es lo que quiero, pero no lo que debo. Quizá mi deber es solucionar algo que todavía no sé qué es. ¿Y si todo lo que he luchado ha sido en vano? Probablemente me rendiría. Una parte de mis fuerzas se perdieron en aquellos cafés, en aquellos "objetivo", "subjetivo". Estoy perdida, y no sé encontrarme. Ayuda.
sábado, 2 de noviembre de 2013 0 comentarios

@corazonbajocero

Tal vez todo empezó demasiado rápido. O esa es la sensación que tengo yo, ya sabes, tú y esa capacidad de acelerarme. Todo empezó siendo imposible, como la mayoría de las cosas. Y luego se volvió imposible poder dormir. El precipicio de mis sábanas acomplejadas con tu espalda. Y yo que le daba la espalda al sueño, porque prefería soñar despierto contigo. Y luego vinieron las pesadillas, en las que tú no estabas, lógico. Y luego todo empezó a doler menos, o por lo menos me acostumbré a vivir con tantos imposibles que cada día era un enfrentamiento conmigo mismo. Y a la vez ese sentimiento, no sé, a veces pensaba que me estaba volviendo loco, que cómo podía sentir tanto por alguien que no sentía nada. El mundo y sus contradicciones, y nosotros seguíamos siendo algo utópico.

A veces pienso, cuando echo la mirada atrás, que no hemos sido tanto, que hemos vivido más en mi cabeza que con los pies en la tierra. Y, quizás, toda nuestra historia de persianas bajadas, de música a tope, de películas a medio acabar, de sábanas deshechas, de sueños por el día y de nosotros por la noche; toda nuestra historia, toda esta triste historia sólo puede contarse a través de tus ojos. Esta es la historia de cómo tus ojos no supieron mirarme.
 
;