jueves, 9 de mayo de 2013

Inoportuna canción.

De nuevo coges la taza de café, con las dos manos, intento que tu piel sienta algo más de calor. Te paras a observar la caja de cleenex que tienes sobre la mesa camilla y diriges la mirada a todos los pañuelos sucios y arrugados esparcidos por la habitación. Entonces te das cuenta de que ya no estás llorando. Coges el mando y apagas la estúpida televisión que no hace más que dar ruidos horribles en tu vacía cabeza. Te levantas y coges todas las cartas, todas las notas y las rompes. Las tiras. Buscas las fotos que tienes escondidas bajo la almohada. La de la agenda también y la que llevas guardada en la carcasa del móvil no va a ser menos. Te paras en seco. Las observas pero ya no sientes nada. (Vaya, parece que ahora siento lo mismo que tú, imbécil.) Te dices a ti misma. Sigues caminando antes de que se vayan tus fuerzas. Una cerilla y fffflaaff. Dejas que los recuerdos se quemen. ¿No es así como hizo él con las promesas? El quemazón del frío del invierno acabó con ellas. Pero ahora eres fuerte. Alguien te dijo una vez: "quien te lastima, también te hace fuerte". (¡NO, NO, NO! Otra vez no. Basta. Deja de buscar excusas. Las ha roto. Ha roto las promesas y tú no has sido nada. Deja de salvar el culo a gente que no da nada por ti.) Se repetía una y otra vez. Recobra el vuelo. Pero se escucha de fondo su canción. La que describe cada uno de los momentos vividos durante toda su infancia. Cierra los ojos muy fuerte y apaga la música. Ya es tarde. Indudablemente, ha decidido olvidarle.

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