miércoles, 8 de mayo de 2013

Frágil y cobarde.

Es increíble la cantidad de momentos que puedes vivir en tan poco tiempo. Y es que si te digo la verdad, las cosas han cambiado. Tanto para bien como para mal, quizás en todos los aspectos. No te miento si te digo que ahora estoy mejor y que suelo reír más. Pero tampoco te niego que echo de menos esos días de verano en los que no hacía más que dar vueltas por las calles mientras reíamos y comentábamos. Era llegar las noches y empezar a cantar, y ese era nuestro día. Una persona era mi preocupación porque era la calma a todos mis problemas. ¿Recuerdas cuando me dijiste que no iba a llegar nadie como yo o mejor? ¿Cuándo me comparaste con la que ahora es tu novia? ¿Cuándo me dijiste que nunca me fallarías? ¿Recuerdas cuando fuimos uno y nada más? Después te perdí, te fuiste, quien sabe cuál fue la razón: dejé de buscarla hace mucho tiempo. Ahora ya no estás, de vez en cuando cruzamos miradas, estamos a centímetros pero nuestra alma no da para decir ni media palabra. ¿Te sientes culpable? Quizás es eso lo que quiere creer mi corazón. Pero no, no es así. Quizás aprendiste a vivir sin mí o te diste cuenta de que realmente no significaba nada para ti. Es entonces, ahora, cuando empiezan mis dudas de ¿para qué sirvo? ¿para qué estar aquí? Y me canso. Y me duele. Y pierdo el camino y no sé salir. Me entran esas ganas de escribir y describir cada uno de mis mejores recuerdos pero te juro que me es más que imposible. Que para mí fue perfecto. No te miento si te digo que más de una vez me he planteado decirte algo, volver a hablarte. “Yo te hablaré cuando te haya olvidado” – Te dije. Recuerdo perfectamente. A la salida del instituto. Apenas te podía mirar. No me lo podía creer. Dos años en dos segundos. Pero lo cierto es que no sé si ahora estoy mejor. Han pasado muchos, pero ninguno me ha hecho sentir como tú. Ninguno me ha subido el autoestima con un simple “cielo” ni ninguno me ha hecho suspirar por un “buenas noches tonta”. Me limité a ser fría y crear una coraza, de manera que me diera asco todas y cada una de las palabras que algún día tú me dijiste. Pero no llegó ninguno como tú. ¿Por qué ninguno se parece lo más mínimo? ¿Por qué ninguno me hace sentir como tú? ¿Por qué soy así? ¿Acaso me convertí por ti? Lo que está claro es que por ti cambié mi forma de ser, pero fue tras irte. ¿Y qué se hace ahora? Cuando se supone que has olvidado. Cuando no paras de plantearte si rendirte porque no encontrarás un apoyo como el que encontrabas en él. Cuando sí, llámame cobarde, pero tienes miedo de volver a confiar por si te vuelven a fallar. ¿De quién fue la culpa? No sabes la de veces que me lo he planteado. ¿Y si hubiera hecho esto? ¿Y

aquello? No ha habido un día en que no te haya recordado. En que no me hayan pasado miles y miles de dudas por la cabeza. En que no haya buscado razones para odiarte una vez más. Y mira que lo he intentado. Mira que he intentado borrarte de mi mente, eliminar todos los recuerdos y dejar que el tiempo pasara. ¿Pero para qué? Ocho meses. Ocho meses que te has ido. Ocho meses que nadie te ha reemplazado. Y no mienten cuando dicen que cada persona es especial y que no existen dos. Llámame exigente, pesimista, cobarde. Pero no estás. No estarás. No encontré a nadie con el mínimo parecido a ti. No encontré a nadie que me hiciera sentir única y especial. ¿Y qué te dio? – Me suelen preguntar cada vez que exploto y vuelvo a nombrarte, aunque eso ocurra no muy a menudo. ¿Qué me diste? Eso mismo me pregunto yo. Solamente eras la única persona en este mundo que conocía cada parte de mi mundo, de mi cuerpo, de mi alma y que tenía todos los pedazos de mi corazón. Eso eras. Y un día decidí abrir la jaula y dejarte ir. “Si lo amas, déjalo libre. Si vuelve es tuyo; si no vuelve, nunca lo fue”. Está visto que nunca fuiste mío. Y también me preguntan si te quise, si fuiste la persona que más amé y que si volvería a darte una oportunidad. Sí, te quise como nadie lo hará. Te quise para llevarte el desayuno a la cama, para curarte las heridas después de cada caída de bici, para hacerte el amor incluso sudado, para amanecer y anochecer contigo, para contarte historias que jamás, nunca fueron contadas. Te quise como fue querido Nemo, te busqué cruzando miles de océanos pero tú te olvidaste de mí, cual Dori. Y no lo sé, ¿volvería a darte una oportunidad? Quizás sea lo que necesito, quizás seas lo que más deseo en este mundo pero quizá no lo que merezco. No lo sé. Las cosas han cambiado tanto. Te has ido tú, se han ido ellas, se han ido ellos. Al final consiguieron lo que querían de la forma más sencilla. Tú eras mi vínculo. El mismo que tuve que romper para dejar de hacerme daño. Tuve que empezar de cero sobre un folio que acababa de borrar, con una goma que claramente, no borraba bien. Ahora todo es distinto, ellas son otras, ellos son otros. Algunos persisten pero todo es diferente. No te niego que me gustaría volverme a enamorar, darlo todo por una persona que quizá no de nada por mí. No me importaría mientras borrara del todo tu recuerdo, porque si algo tengo claro es que jamás, nunca, querré a alguien como te quise a ti. Yo… Yo solo espero. Sigo esperando a que vuelvas. A que nuestra relación no se base más que en una mirada a la semana cuando nos cruzamos por los pasillos. Que yo sigo babeando por tu culo, que sigo muriendo por tus piernas y sigo matando por tu olor. Mientras tanto, solo queda vagar por un mundo desconocido en el que nadie sabe nada de ti. Donde hasta los que creen que saben, no tienen ni idea. Toca sobrevivir en un mundo con unas personas que te llenan de sonrisas pero con las que diariamente vives con el miedo de fallar, de que se vayan, de que te dejen o te sustituyan, como tú hiciste. Me provocaste tantos miedos… ¿Qué buscas? ¿Qué quieres ahora mismo? Si te digo la verdad solo quiero dormir durante un par de días, irme de fiesta durante miles de noches, quiero vivir, disfrutar, sonreír. Pero sin fingir. Sin ocultar mis problemas. Pero siempre que lo intento sale esa maldita coraza que tú me creaste, la que me impide demostrar que realmente, la más débil soy yo. Que aquí, la que más esperanzas da, la que más fuerte parece ser, la que menos complejos parece tener. La que vive con una sonrisa de oreja a oreja y miente más que una abuela, soy yo. Porque me enseñaste a fingir. A vivir en una mentira donde solo oculto mis miedos, mis temores y mi vida. Mis problemas. Soy yo, la que soluciona los problemas de todos sin saber qué hacer con su vida. Soy yo a la que hacen daño y se lo calla, por miedo a estar sola. ¿Y qué es lo que valgo? También he intentado cometer locuras millones de veces. Pero nunca he sido capaz. Pero es tan absolutamente grande el dolor que sientes en el pecho, el vacío que sientes en el corazón, la tristeza que sientes en tu alma… Es tan jodidamente duro creer que estás solo y estarlo por la desconfianza que una persona te causó. Pero no te culpo. La culpa es mía. Soy una cobarde. Una cobarde que nunca aprenderá.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
;