martes, 28 de mayo de 2013

Chillar, gritar...

Gritos de dolor rebotan en mi mente,
mientras tanto, un haz de luz en esta oscuridad.
Ni si quiera da esperanza, tampoco refugio.
Se oye una terrible tortura,
un perro ladrar y una sombra ocultarse.
Se intenta hacer reaccionar al mundo con un toque.
Pero no funciona.
Sigue doliendo, cada vez más fuerte.
Los gritos toman forma física.
A veces hay que ocultarlo,
otras en cambio...
A veces la mentira es la mejor salida.

Gritar, chillar de rabia, de impotencia.
Apuñalar, matar, torturar.
Reír, bajar la cabeza, suspirar: llorar.
Un teatro donde no hay cenicienta.
Un eterno invierno donde no hay tormenta.
Así será. Condenada.
Hasta el fin de los días por algo que, niña, nunca termina.

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