Huyamos. Huyamos a un mundo donde no exista ni la alarma, ni el deseo, ni el dolor. Que solo existan las ganas de ser mejor y la fuerza de luchar por tus sueños. Que yo lo único que he estado buscando todo este tiempo ha sido la solución para algo que no tenía cura. Que nunca quisimos cambiar pero es lo que mejor hicimos. Nos convertimos en todo aquello que no queríamos ser. Nos dejamos llevar por la situación y nos acostumbramos a maquillarnos de sonrisas fingidas. Pero nunca nos dimos cuenta de que toda obra de teatro termina - a pesar de que la nuestra no lo hacía ver - tarde o temprano.
Quizás sea verdad que cuando estás hundido ya todo lo demás solo puede ir a mejor.
Pero es que es como el que dice que un cigarro que ya está apagado puede volver a encenderse.
Hay cosas que no tienen marcha atrás, ni mejora; tan solo aceptación. ¿Y con eso que se hace?
¿Y si nos limitamos a no pensar?
Quizás ese fue el error, y es cierto: por huir terminas ciego. Y cuando te das cuenta es demasiado tarde.
Y no te quedan ni ganas, ni fuerza, ni esperanza.
Para qué negarlo.
A mí ya no me queda nada.
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