jueves, 24 de julio de 2014
Parte la mitad por la mitad, y eso es todo lo que tengo. Mi vida se parece a ese tiovivo de la feria, pero esta vez no hay niños, sólo una mujer con angustia y a la que le dan vértigo las vueltas. Empezaré de nuevo: tú estás tan solo como yo, pero eres más guapo. Y además eres hombre. Mis amigas también te querían a su manera, me decían "me follaba si pudiese a esa tío con la que estabas antes, ¿cómo se llama?". Tomás, mentía. Nunca le he dicho tu nombre a nadie en voz alta, porque egoístamente quiero que mi boca sea la única que te llame. Déjame eso: la autoridad de una palabra. Te dejaste el vacío, pero yo eso no lo quiero. Sólo quiero tu nombre, algunos días es lo más parecido que estoy de ser verdaderamente feliz. Y el recuerdo, bueno, es como cualquier droga: consumirla es divertido pero preferirías no estar vivo al día siguiente. Tengo de ti más recuerdos de los que le caben a la madrugada más larga que puedas imaginarte. Y eso es mucha nostalgia para alguien tan inestable como yo. Hace mucho que no me miro en los espejos más tiempo del que necesito para asegurarme de que sigo siendo las mismas tristezas de ayer, pero algo más cansadas. Debería haberlo sabido, que cuando te metes tanto en el mar, y pierdes la orilla a tu espalda, en ese punto ya no haces pie y te ahogas. Nunca he sabido nadar tan bien como bien he sabido dejarme hundir hasta el fondo. No es conformidad, simplemente hay quienes sólo sirven como tragedia en la prensa sensacionalista de cualquiera. Y a pesar de todo podría no estar aquí, ni tú donde estés. Podríamos estar juntos, y darnos cuenta de que entonces ya no necesitaríamos nada. Ni a nadie. Sólo al pensar en ello me doy cuenta de lo putas y bonitas que pueden ser las esperanzas.

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