jueves, 10 de diciembre de 2015

Madre

Querida madre:

Estas serán las últimas líneas que yo te escriba. Estas serán las últimas flores que yo te deposite. Estos serán todos los poemas que te recitaré. Te lo dejo todo aquí, para cuando volvamos a encontrarnos.

Ponte la armadura, saca tu espada, destroza dragones: vuela alto, rompe las nubes y ábrete las puertas del cielo. Sé buena, madre, como siempre: consigue un billete de invisibilidad y baja a vernos aunque sean cinco minutos.

Te quiero, mamá. Aunque ahora mismo no tenga palabras para despedirte. Aunque todas las que tenga estén dando vueltas en mi cabeza y no quieran salir a flote. Te quiero, abuela: creo que no hay mejor despedida.

Por ser mi segunda madre, el brazo donde he vertido todos los destrozos de mis ojos, la mejilla de los mejores besos, las manos de las mejores caricias. Por ser mis ganas de salvar vidas, por ser mis ganas de perder el tiempo escuchando batallas del abuelo. Por ser de quien me quejo cuando te repites. Por haber estado presente en cada una de tus recaídas. Por haberte visto vivir, y morir. Por haberte visto crecer las arrugas cual espejo se tratase. Por ser todo lo que tengo y todo cuanto daría, la casa donde siempre habrá árbol de Navidad y con quien siempre perderé en el Pasapalabra.

Porque crecer es eso, aprender a despedirse. Y yo me quedaría toda la vida en tu falda.

Ojalá estuvieras aquí para mercerme. Ojalá recordaras mi nombre.

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