viernes, 2 de octubre de 2015

Re(vivir)

Dicen que las hadas existen gracias a quienes creen en ellas. Yo, hoy, solo creo en ti. Creo en ti por mil razones y por ninguna. Creo en ti porque quedarse colgando de la misma boca toda la vida parece una sopa de letras para principiantes. Creo en ti porque te miro, y me miras, y decirte que te quiero resulta tan poca cosa que nada parece suficiente. Creo en ti porque dejaría que veintidos dardos se clavasen en mi piel si eres tú quien los lanza. Creo en ti porque cuando no creo en mí ya estás tú para hacerlo. Creo en ti porque contar colores por la calle contigo puede hacerme perder la noción del tiempo. Creo en ti por y para tumbarme contigo en plena Gran Vía sin miedo a que el verde suceda. Para contar estrellas sin estrellas. Para pensar en nombres y hacer planes sin excusas de por medio. Por tener miedos y no decirlos por no estropear el momento. Por medir cada una de las palabras. Creo en ti y en tus susurros en el cuello, en las manos atadas y en los bordillos de los sitios altos. Creo en ti en las alturas porque no hay mayor vértigo que tus costillas. Creo en ti porque marcas los valores absolutos de mis días. Porque sabes a la libertad de un preso, a las alas de una mariposa, al agua de un refugiado, a la miga de pan de una hormiga, a la sangre de un corazón helado… Sabes a ti, a mí. Sabes a ver pasar la vida y querer frenarte. Sabemos a nosotros. Creo en el amor de la forma más bruta posible, de esa forma en la que alguien es capaz de romperte sin mover un dedo. Creo en verte tomar el café y las cervezas, y rezarte para que vuelva a ocurrir. Creo en los hilos cosidos a las manos y creo en las marionetas que los rompen, creo en la tristeza del verano, en el calor del invierno cuando te veo regalar primaveras y colorear otoños, haciendo llover hacia arriba, cosiendo las hojas caídas a los árboles como un niño pequeño obcecado en que un juego no termine nunca. Creo en la niñez del adulto, en que Wendy nunca cerró la ventana, en que Peter creció, envejeció y murió en su cornisa. Creo en el cine, en la poesía, en la fotografía. Creo en la música, en verte amanecer cuando me miras, en Pedro Salinas y en suicidarse sin dejar de respirar.
Y de creer creo en que tú has creado todo esto.

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