viernes, 9 de enero de 2015

Entre arrugas y costados

Te cojo la mano y me quedo pensando: qué manos tan bonitas tienes, si pudiera pasarme toda la vida en este instante... Se te notan las venas, como casi siempre. Tienes la piel tan pálida que a duras penas logro reconocerte. Has cambiado tanto en tan poco tiempo. Te aprieto la mano fuerte, como intentando absorber tu presencia para cuando algún día me falte: sé que es inútil, pero también lo será olvidarte.
Me deslizo hacia tu cara. Te recorro la frente con mis dedos, con cuidado, posando el pulgar en cada arruga. Cuando era pequeña me acariciabas la cara de la misma manera. Qué ojos tan bonitos tienes. Qué mirada tan dulce. Ojalá no los cierres nunca.
Te oigo. Hace días, meses, que no te oigo. Has estado ausente. 'Despierta abuela...' - te decía; y no me hacías caso. Ahora estás conmigo, y te digo que te quiero. Que eres la más guapa de la casa, la más guapa del mundo entero. Que esta noche vamos a salir, porque he llamado a los muchachos de la tuna y me han pedido permiso para montar a caballo con la reina. Contigo. Te ríes. Hoy, inexplicablemente, solo tu risa me parece bonita. Un carcajeo que termina en llanto. No sé por qué lloras. No te entiendo cuando hablas y cuando lo hago no quiero entenderte. No me digas que te vas, abuela, no lo voy a permitir.
Mi mano se abraza a tus mejillas y tu me lo respondes, me besas la mano y sonríes, se te iluminan los ojos, me tiembla la voz. No sé qué voy a hacer sin ti, así que no te vayas.
No puedo resistirlo más. Me levanto, me recojo el pelo y me tumbo contigo. "¿Sabes quién soy, abuela? La de las flores". Y te acuerdas de mí. Hoy, te acuerdas de mí. No puedo evitar sonreír tristemente. Qué bonito suena mi nombre desde tus labios, porque me llamas. No quieres nada, o no consigo entenderte. Ahora eres tú quien aprieta mi mano. Te lo devuelvo.

"No te vayas, hija".
No me voy, abuela.

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