llegar a echarte de menos.
Pero eso queda muy lejos;
todavía.
Aprender conmigo, sin un nosotros,
a oler tu ropa,
tender tus miedos;
a gritar tu nombre;
a tenerme lejos.
Sentir tu vacío llenando el mío;
y mi cuerpo en silencio,
como un patio de luces.
Escuchar el eco entrar por mi ventana;
repitiéndome tu nombre;
una y otra vez.
Ven.
Estamos muy cerca,
de querernos a lo lejos.
Donde se encuentran las nubes,
y se abren tormentas.
Allí donde se atrapan los sueños,
y vuelan las promesas.
¿Dónde quedas?
¿Dónde hemos quedado?
Yo de ti;
Tú de mí.
De nuestros cuerpos.
Grítame dónde has ido;
o dime dónde me has dejado.
Agarra fuerte tu brazo,
obligándole a odiarme.
Porque no tienes ni idea
de lo bonito que puede ser,
llegar a echarte de menos.
Quererte un poco más;
y más.
A deshoras.
Sentirme allí,
a lo lejos,
o escribirte esto.
Porque no valen palabras
—escritas o por escribir—
en estos momentos.
Por si acaso
si se te ocurre volver, grita.
Tengo la ventana abierta.
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