martes, 4 de marzo de 2014

Y será que te quise demasiado, y por eso hoy me dueles.

A veces pensé que nunca más volvería a sentir ese amor por nadie que no llevara tu nombre, tus lunares y esa cicatriz en el lado derecho del cuello. Que ni siquiera lo sentiría por ti y que estaría desperdiciado. Era un amor tan grande como el cielo infinito, como la cama donde soñábamos amanecer, tan puro que daba miedo. Miedo por si tenía fin, y una vez que lo tuvo, de no saber saber recomponerlo. Era un amor que me bloqueaba el pecho. Era un amor joven, primerizo, inocente... Y juro que lo experimenté todo. Que sentí el dolor de despertar y preguntarme por qué hice aquello, el dolor de saber que tenía que alejarme de ti, que me hacías daño. También sentí que te ibas y que te agarraba con un lazo al cuello para impedirlo. No todo fue malo, pues sentí que era lo más bonito que me había pasado nunca. Aquel escozor de estómago como un chorro de tequila las primeras veces, los ojos inundados en lágrimas después de un gran día junto a ti, la sonrisa en la almohada después de tus buenas noches. El roce de tu mano y la mía sin querer y esa idea de niña pequeña del destino... Esa idea que a veces sigo teniendo en mente. Era un amor de París y Roma, de te quiero y te rompo, y luego, si eso, te escribo.
Quizá por todo eso fue que nunca llegué a pensar con certeza que volvería a sentir lo mismo por alguien y quizá, por eso, se quedó tu nombre grabado en mi clavícula. Y ojalá fuese una metáfora más. Es esa cicatriz que sigue estando presente pero que no te gusta, que siempre has querido borrarla pero no quiere irse.
Y gracias a esa cicatriz supe darme cuenta de que aquello, sí era amor, pero tan solo era el primero. Qué iba a saber una inexperta del amor de dar la vida por alguien, de perderte por alguien y lanzarte a ciegas a unos brazos que no podían sostenerte. Qué iba a saber yo de la cárcel de sentimientos que me había montado en apenas un par de años. Que el amor no se trataba de llorar por culpa de alguien sino de llorar por alguien. Que no era amor todo aquello que me hacía daño. Y será que te quise demasiado, y por eso hoy me dueles.

Y ojalá que te quedases y menos mal que te fuiste, porque hubiera perdido todos los trenes con tal de quedarme un poco más. Pero no pude, me faltaron fuerzas.

Así que ahora, cuando viene alguien parecido a un eclipse, por eso de que pasa tan poco en tanto tiempo, me acojono y me voy, sin darle oportunidad a que se parezca a ti, o te iguale, o qué sé yo. Que han pasado años, y todavía salgo con la esperanza de encontrarte. Y tan solo encuentro lunares que no son los tuyos. Te conté todos los lunares. Veintiséis lunares por todo tu cuerpo y yo tan dispuesta a grabarte uno más. Pero se hizo demasiado tarde.

Sigo caminando, con la esperanza de lograr encontrar a alguien que sin parecerse a ti me llene tanto que esté dispuesta a olvidarte, o quizá a alguien que me nuble tanto el pensamiento que sea capaz de borrarte. Y créeme que los hay, pero desgraciadamente, todos esos besos han sido en vano.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
;